miércoles, 23 de abril de 2014

ESTAMPAS DE UN BARRIO PERDIDO...

ESTAMPAS DE UN BARRIO PERDIDO

La noche y el tiempo cayeron sobre el barrio. Mujeres y hombres dieron paso al silencio. Todos
se marcharon. Nada queda. El asfalto, el ladrillo, sepultaron el potrero y la charca.
Solo unos pocos rostros permanecen en la memoria que a su vez también desaparecerá. Antes que
ocurra. Antes que todo marche al olvidario, quiero decir que estos personajes tenían algo en común:
Eran hermosos ¡porque estaban vivos!




(Estos personajes vivieron, amaron, sufrieron, entre Negrete, Olivos,
Independencia, FermínVivaceta, y alrededores...) 1945 - 1949
Poemas en el camino
poemasenelcaminoensomaytu.blogspot.com/

          



ESTAMPAS DE UN BARRIO PERDIDO...




 I

Por cierto, se conocieron en una cantina. Masca la Chicha era alto, desgarbado,
adorador empecinado del dios Baco. Tinto, blanco, cerveza o chicha. De todo
lleva la banca -solía decir,. y largaba la carcajada, En tiempos de fiestas patrias
tomaba chicha hasta quedarse dormido. De ahí su apodo. Sin su eterno abrigo
negro, descolorido, sucio y apolillado, cambiaba absolutamente su personalidad:
era desconocido, casi raro.
Masca la Chicha era uno de esos hombres que jamás abandonan la sonrisa. ¿Llueve,
truena, el mundo se viene abajo? A todo contestaba con una sonrisa.
    -A mi me gusta reirme de todo, total mañana o pasado se me va la vida y sin
disfrutar de cada cosa que me pasa o que yo veo con estos ojitos que Dios me dio.
A veces me tiran la talla o hasta me ofrecen combos,  y yo, en lugar de adquirir la forma
de un perro furioso, me río, no les hago caso...Y claro, si le pegara a otra persona
capaz que me ponga a llorar de pena...No, no está en mí eso de trenzarse a puñetes...

Masca Rieles, en cambio, no sonreía ni en sueños. Andaba siempre pegándole a la perra"
como decía su compañero.Debido a los pocos dientes que le quedaban, todos rotos y
amarillos, en el barrio lo apodaron así. Dificulto que alguien haya sabido el nombre verdadero
de ambos. Uno casi alegre, el otro gruñón. Diferentes caracteres que curiosamente parecían
entenderse o tal vez, la paciencia de Masca la Chicha, su risa permanente y su generosidad
eran la causa de esta amistad tal vez odiada, a ratos, o querida, en otras...Uno, casi alegre.
El otro, gruñón. Para él no había nada bueno en el mundo: todo nublado, lleno de gente como él
sin un centavo, cesante, pobre y deshilachado.  A veces, de impotencia golpeaba los muros y
quedaba sangrando de los nudillos... ¡Déjenme así nomás, no se metan conmigo, el dolor me
aleja de muchas tonterías, no quiero vendas ni pomadas, a la diabla me quedo y qué...
   -Soy más jetón...
   -Qué le pasa, compadrito?
   -Tengo hartos problemas..., pero, ahora, en este momento, ando sin ni medio para que sepa y
me tomaría un río de vino..
   -Yo lo afirmo, Masta Rieles, pero no ponga ese caracho.. si se parece al frankestein... jajaja
   -No tengo otra cara, po. y no me busque, mire que si me encuentra aquí mismito nos agarramos
a combo limpio...
   -Sáquese esa idea de la cabeza, no crea que tengo los dedos crespos, pego tan fuerte como el Tani.
Así, mejor calladito, Masca Rieles...
   -Pura palaura no mas iñor... Yo lo conozco...
   Y bebían hasta quedar borrachos "como vacas", expresión favorita de Masca Rieles...
  - Oiga, compadre, échese una risita, po. La cara de pescado no se la puede...Seguro que si va a la
vega allá lo venden como congrio jajajaja.
   -Ya, ya... Y pa qué voy a reír... Yo no soy usté... Chi, ta loco que voy a reír por ná...
   -Hay que reír un poco. Así se anda más mejor...
   -No, iñor, córtela con esa lesera...
   -Reír hace bien,amigo, me lo dijo un médico para que sepa...
   -No...
   .Bah, no le digo, si usté se ríe le cambia la cara y hasta se puede ver más simpático...Pero la verdad
es que usted es más porfiado que se la gana a un burro, pero en lo porfiado nomas, ne se vaya pal otro
lado...
   -Pasa que echo mucho de menos a la vieja...
   -Cuál, cumpa?
   -Mi mújer, po...
   -Asi que es casado el perla, ah?
-Güeno, no es pa tanto, vivíamos arrimaditos...
Masca Rieles hunde la mirada en el fondo de la botella quizá como deseando ver la imagen de su mujer.
Masca la  Chicha trataba de no reír. Era lo más difícil...
   -Y qué le pasó a su vieja? No me diga que se las echó con otro...
   -No fue por eso, dijo que yo le ponía remuchazo. Y cuando quise buscarle la buena, me sentenció:
Trabajo o vinacho. y usted sabe cumpa que entre ponele y no ponele, amén...
   -Usté es más raro que un chancho vestido de cura... Se le fue por ná, po... Usté debió rogarle,
besarle los pies, pedirle perdón y decirle que tenía razón... Pero usté no es capaz de pedir perdón...
   -Sé que tiene razón. pero soy como soy... Esa es mi pena y es que algunas mújeres se asustan
cuando uno le pone entre pera y bigote...
   -De todas maneras yo creí que era más caballo su problema. Me imaginé que estaba enfermo o
algo por el estilo... Y nada, po....
   -Chi, le parece poco, se me fue la vieja y la cama está como hielo ahora. Parece que usté no tuviera esperencia de las cosas güenas del amor... Tengo más pena que la cresta...
   -No hay que echarse a morir por una mújer, compadrito... Usté está pasadito ya pa que ande lloriqueando por esas cosas de cabro chico. Falta re pocazo pa que se ponga a llorar y los mocos le lustren los zapatos... jajajajaja
   -Es que me preocupa, po... la echo de menos...
   -A mi no me pasa eso, yo hey tenido más mújeres que la mismita cresta... Y estoy tranquilo el perro...
   -Ja, pero anda más botado que una colilla de cigarrillo.... ja ja
   -¿Me quejo acaso? No, po... Es usté el que anda con la jeta de este porte. Y no hay quien lo pare,
que llega a dar lástima...
   -Cuidadito, iñor... No me busque la bronca...
   -¡Mire como tirito! Como si fuera tan tieso pa la pelea... Recuerde que el Javier le sacó la misma mugre
de dos combos, se acuerda?
   -Pero ahora a usté le doy uno y te fuiste mojón por la agua...
   -No hay que hacerle caso a los picados... mejor me voy...
   Y así, siempre. La eterna discusión. Al final cada uno por su lado. Uno encogiéndose de hombros. El otro,
refunfuñando...
   -Este Masca la Chicha es un pobre gato... No le hablaré nunca más... me doy a mi mismo mi palabra...
  En tanto, casi susurrando mientras caminaba: me da pena este amigo...Siempre trato de reanimalo pedro es muy re testarudo... No sé, pero algún problema grande debe tener pues desde que lo conozco es igual y, es curioso, jamás lo he visto reir... En fin, la vida de los pobres no ha sido nunca buena para nosotros... Siempre me digo que nada con echarme a morir, no, para qué... Yo canto, me rio de lo pobre que soy..., claro que me gustaría que la gente como Masca Rieles no merecen tener tantas dificultades que uno ni siquiera sospecha...
   Los gobiernos son malos, ese es el enorme problema de todos nosotros, que brutalidad... en fin, mejor me pongo a cantar mientras llego a mi rancho:
                                    
                                                  A mi linda serranita,
                                                  que se llama Margarita,
                                                  yo le canto a mi paloma
                                                  con la voz del corazón...
                                                  Paloma, cásate conmigo,
                                                  si viera el nido
                                                  que tengo escondido
                                                  cerquita de Dios...

                                                  Paloma, yo tengo en la sierra
                                                  un rancho de piedra
                                                  que en toda la tierra
                                                  igualito no hay dos...
                                                  Paloma...

    Al otro día, lo mismo, el sol alumbra y recalienta la tierra y la sed reseca las gargantas...
   -Hola, cumpa
   -Hola, cumpita...
   -¿Y? ¿Todavía enojado?
   -No, cómo se le ocurre, cumpa, con el vino uno se pone gil...
   -¿Nos tomamos una cañita ahora?
   -¡A un sordo le han dicho!

   Durante mucho tiempo eché de menos la presencia de Masca Rieles.Algo le había pasado, pues nunca se
ausentaba de la cantina. La gente decía diferentes cosas.
   -¡No puede ser! Estaba más vivo que yo, era mal genio el diablo pero lo quería como a un hermano menor, aunque yo tengo menos edad. No lo puedo entender, que se haya colgado de una viga...
   Ahora Masca la Chicha  bebía solo. Apoyado en el mesón seguía con tristeza el vuelo de las moscas. No
era ya el mismo.
   ¡Se le había helado la sonrisa!






II

Ocho o nueve años ambos.  Nanito tenía un mirar suave, quizá melancólico, mejillas levemente sonrosadas. El hombrecito de la familia. Con él jugué algunas veces. A las bolitas. A la redondela. A los tres hoyitos. Elena, su madre, solía darme pan, frutas. Me miraba con cariño. El era feliz cuando yo le traía alguna
novedad del potrero: una lagartija muerta, un saltamontes o un tarro con sapos y pirigüines.
   -Quisiera tener un matapiojos.
   -Yo te lo traigo...
   Con ramas de cicuta volteaba una o dos. La libélula, ya sin vida, descansaba en su mano extendida. Ninguno pensaba o creía que eso no estaba bien. Inocentes. Nanito era mi único amigo. Recuerdo que un día perdí un billete de diez pesos por ir pavoneando con la mirada puesta en las flores blancas y perfumadas de las acacias. Me habían mandado a comprar un octavo de azúcar, pan, té, aceite, fideos. Volví sobre mis pasos, apesadumbrado, lloroso. Sin duda me espera una golpiza de parte de mi padrastro, mientras soltaba su granizada de garabatos...
   Hasta debajo de las piedras arrojé la mirada. Todo en vano. Me puse a llorar. De miedo. De pena.
   -Por qué llorai?
   -Se me perdió la plata...
   Mi amigo trataba de elevar un volantín.Era común en ese tiempo ver a niños y muchachos caminando con sus volantines directo al potrero a "echar comisión".Y llenar el cielo de variados coloridos.  Parecía que todos tenían uno, menos yo. Jamás lo tuve.
   -Y cuanta plata era?
   -Un billete de diez...
   -Yo lo encontré. Toma.
   La alegría volvió a mi cara. Le agradecí con mis ojs humedecidos. Son gestos que jamás se olvidan, tampoco su rostro de niño bueno. Le ayudé a encumbrar el volantín... Y quedó feliz...
   Una tarde me encontró sentado en el borde de la acequia, con los pies en el agua.
   -Oye, por qué te sientas a la orilla de la acequia si está llena de tierra, y después andas con los pantalones sucios? Te van a retar...
   -No, siempre lo hago y despues me sacudo como los perros jajajajaja.
   -Y qué haces aquí?
   -Me gusta mirar el agua, mira ese lomito de agua nunca más lo volveremos a ver porque se va no sé adonde, pero el agua sigue corriendo y el lomito parece el mismo pero no es el mismo...
   -Soi inteligente, Elías, a mi no se me habría ocurrido. Yo pienso en el pato donald, en la daisy, el ratón mickey, pluto y la clarabella...O en rico mac pato lleno de pura plata... jajajaja.
   -Por qué no se sentái aqui al lado...
   -Ya, lo voy a hacer aunque después mi mamá va a decir: donde estabas, tesoro mío, mira traes el traje lleno de tierra... Apuesto que estuviste con Elías...ese anda siempre con las patitas sucias.. La mamà debería obligarlo a lavarse cada día...
   -jajajaja yo siempre me lavo con esta agua...
   -Parece chocolate, es más sucia que tú... jajajajaja
   -No me importa... Si metís las patas en el agua vai a saber que es rico...
   -No me tentís, Elías... pero ¡me dan ganas sentir lo que tú sientes,,, Lo haré.. jajajajaja
   -Pero no con zapatos, Nano...
   -Se te ocurre que voy a meter los zapatos en esta agua... ni que me obligaran..
   Entonces se sacó los zapatos, los calcetines y se arremangó el pantalón...
   -Está rica el agua, es la pura verdad que se siente bien uno aquí...
   -Oye, nano, ustedes son ricos?
   -Por què decís eso?
   -Porque tienen almacén, tu papá trabaja con un camión muy grande y nunca les falta nada...
   -No, Elías, estái loco si pensáis eso... Mi papá se levanta a las cinco de la mañana todos los días a trabajar, mi mamá a las 6 ya está en pie pa darle desayuno a la Juana y a mí... No, Elías, no somos ricos...
Es que ellos son re güenos pa trabajar y si no lo hacen pasaríamos hambre...
   -Chuta, y qué es ser rico entonces...?
   -No sé, debe ser gente que tiene un cerro de billetes y monedas..
   -Claro, así debe ser... Sabis que yo voy a ser doctor para sanar a la gente...
   -Yo no pienso esas cosas, pero me gustaría ser camionero igual que mi papá...
   Al empezar a ponerse helada la tarde, cada uno para su lado.
   A Nanito le espera una rica once con pancito con mantequilla y queso... y a mi me esperaba...no me acuerdo...
   Y meses después los dos nos enfermamos. La señora Elena propensa al grito, alarmada, ojos vidriosos. Médicos, enfermeras,  -día y noche-, inyecciones, suero, mucho suero, familiares y vecinos todos empeñados en su recuperación. Lo querían porque nunca molestaba a nadie, aunque otros muchachos le decían "pituco"
porque siempre andaba limpio y su ropa impecable.Qué de cosas nos contaríamos después. El me hablaría de las dos enfermeras jóvenes y lindas que le cuidaban y yo le contaría que tenía las nalgas como coladores de tantas inyecciones día y noche y que a veces parecía irme hacia arriba y otra estaba al ladito de la luna y entonces me venía desesperación y lloraba fuerte...
   Así es la amistad supongo porque yo  siempre me acordaba que estaba también enfermo y más bien deseaba que yo no sanara y el sí...
   Luego de dos o tres meses salí del hospital Roberto del Río, con mis pulmones aún delicados...Llegué a su casa y por la ventana lo miré: movía la cabeza de un lado a otro, desesperado... El suero perdía terreno... Al
verlo así, se me anudó la garganta. Me pareció que mi querido amigo se iba a morir y me puse a llorar con una pena terrible...
   -Mamá, el Nanito está muy enfermo, yo no quiero que se muera, mamá... Es mi amigo, mi único amigo, apenas podía decir las palabras...
  -No te preocupes, ellos tienen plata y va a sanar...
  Aprendí entonces que el dinero nada puede y mi querido nanito, mi amigo...., ¡se murió...!
   -Mis primeras sentidas lagrimas brotaron muchas veces al recordarlo. Han pasado 65 años y aún veo su carita moviéndose de un lado a otro por la desesperación. Fue mi gran amigo por siempre jamás...

   Tiempo después, la señora Elena conversaba con su vecina, la señora Eliana.
   -Este niño que estuvo más grave que mi Nanito se salvó...
   -Si, po, vecina la pura verdá...
   Escuchaba en silencio. Me sentía culpable de estar con vida...
   -La misma edad tenían y se enfermaron al mismo tiempo
   -Yo siempre pensé que era este niño el que moriría...
   -¡Pero fue mi Nanito!
   -Son cosas de Dios, vecinita...
   -Si, son cosas de Dios...

   Ya no tuve a quien llevarle lagartijas muertas. Los saltamontes nunca más me vieron persiguiéndolos.
Llibélulas volaban a ras del agua sin que nadie las molestara...
El ángel de la esquina batía sus alas en el aire de la tarde.






III

Siempre borracha, ojos extraviados, pies y manos cubiertos por una escama de mugre.Su cabellera semejante
a un montón de alambres oxidados. Alta y delgada, al mirarla de lejos se veía distinta, como actriz de cine...
   Era una mujer misteriosa, extraña, parecía estar ausente de su propia vida, nunca pedía dinero, sí un trago o dos y ella entregaba todo su ser a cambio. Bebía como apurada, como si la espiaran, y ella lo supiera muy dentro de si misma, pero nunca decía nada de su propio yo. A veces lloraba como si tuviera 5 años. No faltaba quien se le acercara con un vaso de vino y así ella recuperaba cierta escondida serenidad y más de alguien se preguntaba si una mujer podría fingir un llanto tan real y, de
improviso, verla sin lágrima y llena de risas... De cualquier forma daba una gran pena verla tan reducida en su condición de mujer...
   ¿De dónde venía? ¿Y por qué había elegido ese lugar para pasar su tiempo? Los hombres no meditaban en estas cosas, solo les interesaba ir al potrero con ella, situación que se repetía varias veces en un solo día.Los hombres se alejaban y ella se quedaba tirada sobre el pasto, los ojos fijos en el cielo a veces sembrado de estrellas y allí se dormía hasta el día siguiente...
   Lo que causaba más extrañeza entre la gente es que solía cantar en un idioma que nadie comprendía y su voz era de un registro de jerarquía. No miraba a nadie cuando lo hacía, dando a entender que solo cantaba para ella misma. Manuel, un joven trabajador, decía que la única explicación posible era que la mujer tenía un pasado tormentoso y talvez por esa razón buscaba disminuir su tristeza, o llorando o usando canciones no entendibles para nadie. Un amor perdido era posible y el beber se le
había hecho una costumbre por buscar una manera de olvidar una inmensa desilusión...
   A la entrada del restauran, esperaba, hasta que algún bebedor le diría la palabra:
   -¿Un tragullo?
   -Al tiro nomás.
   Después de una hora o dos abandonaba el recinto, escoltada por su ocasional acompañante.
   -¿Dónde vamos  ahora? 
   -Donde quera...
   -¿Le hacimos empeño al meneo?
   -Güeno...
   Y partían, acompañados por una botella de vino. El potrero era su hotel preferido, entre yuyos, hinojos, verdolagas y mastuerzos...
   Finalmente se quedaba sola, durmiendo con las piernas abiertas oscurecidas por centenares de moscas.
Cada día era buscada por muchachos grandes y chicos.
   -¿Vamos al potrero?
   -No me meto con cabros chicos, vayan a chuparle las tetas a sus mamás...
   Se decía que no siempre fue así. Los padres eran ricos, dueños de una gran mansión, llena de balcones
y de luces. Los personajes más importantes se reunían allí.A la mujer "sin nombre" la habían echado por su mal entendida libertad y su afición al licor.
   Eso se decía de ella.Verdad o mentira, lo cierto es que a veces cantaba en ese idioma que nadie entendía
pero tan linda su voz que no se puede olvidar. Talvez era hermosa. Apenas puedo recordar que era muy blanca y su cabello rubio, aunque sucio y desordenado.
   A veces, en el centro de la calle o en el solar cercano, los borrachos disputaban su posesión. No se inquietaba por nada, limitándose a esperar. Terminada la faena solía sentarse en una piedra, mover la cabeza de lado a lado, contemplaba el cielo de la tarde, y cantaba y su voz parecía elevarse hasta más allá de las nubes...Era una fiesta escucharla cantar.
   Despareció en forma misteriosa. En vano la buscaron mucho tiempo los hombres...



IV

   Don Juan era un hombre de andar pausado,. Le hastiaba el ruido de la calle. Prefería quedarse a un lado
de la puerta, casi cada día, conversando con su hijo, un chico de unos cinco añs cuyos ojos eran de un verde intenso. Delgado y pálido. Nunca participada en el juego de otro niños. Jamás lo ví con un juguete.
Como una llovizna, del hombre resbalaba una ternura poco común. El niño era su más alto pedestal, suma
total de su alegría.
   Ya solo, permanecía taciturno, la mirada perdida. A mi se me antojaba demasiado extraño. ¿Por què
no salía a caminar, juntarse con amigos, beber una cerveza? Parecía no tener a nadie más. Aún era joven, pero tenía una tristeza tan inmensa que talvez eso le impedía ser feliz.
   Don Juan despedía un olor raro, un olor que no podía identificar con exactitud: ni bueno ni malo. ¿Olor
de la enfermedad que a lo mejor lo consumía?El matrimonio tenía una choza casi topándose con las tablas
de la nuestra, esas tablas que siempre dejaban escapar ruidos, llantos, gotas de sol o vientos helados.
   Era noche ya cuando le oí casi murmurar:
   -Hijo mío, si fueras grande, no tendría motivos para estar amargado. Què pequeñito eres!
   -Papá... papito...
   El niño se le abrazaba a las piernas. La mano del hombre sobre su cabeza valìa más que todos los juguetes.
   -Es injusto, te miro y te vuelvo a mirar y quisiera que no se me escapara la vida. Me necesitas. ¿Qué irá a ser de tí, mi tesoro?. Esto está lleno de colas malas...
   A veces trataba de jugar con el niño, le veía inclinar los párpados. ¿Había lagrimas que mojaban la cara de su hijo...! Se incorporaba y miraba hacia la entrada al potrero. La mujer salía todos los días. Ella era la que más hablaba, la que disponía... Ya en la noche, un microbús detenido. Todo a oscuras. A lo lejos una luz
moribunda. Dentro del vehículo, la mujer de don Juan, jadeando, en un abrazo animal, quemante...Poco
después aparecía...
   -¿Por qué tanta demora?
   -No fue tanta, viejo...
   -Al menos, dame una razón...
   -¿Acaso piensas que estaba con otro?
   -Nunca he pensado mal de mi esposa... El niño está durmiendo...
   Nunca alzaba la voz. Hablaba como pesando cada palabra. No se alteraba.
   En la calle, lo de siempre, chismes, cuentos, risas...
   -Cachaste quien estaba en la micro?
   -Ah, si... la mújer de don Juan, pero es cosa vieja, po... Le pone los cachos desde que llegaron por acá,
y no solo con uno...
   La muerte se presentó cuando menos se le esperaba. La viuda sacó algunas lágrimas que tenía guardadas para la ocasión. El niño no supo nada. Creyó que su padre dormía...
   Por las noches, lo sentí llorar muchas veces.
   -Papá... ¡Papito...!
                               - o -



V
   El boliche estaba ubicado en la calle teniente bello, lugar extrañamente tranquilo, nunca una pelea
o palabrotas a quien pasara. Curioso, en la siguiente había de todo: juegos a los dados, al naipe; peleas
a veces sangrientas, gritos, carcajadas...
   Ya desde el mostrador uno podía apreciar los grandes árboles que adornaban el patio de su casa. Duraznos, ciruelas, naranjas, uvas... La dueña no podía sacar la fruta. Era pequeña.
   Al caminar, arrastrando los pies, parecía retorcerse, achicarse aun más. En atender a los pocos clientes
que solían visitarla, demoraba más de la cuenta. Siempre sola. Sin familiares. Sin empleada.Para ella la casa era muy grande.
   Y lo era.
   A veces iba a comprarle algunas cosas, guiado por una esperanza bien definida: la fruta. esas delicias
que colgaban de las ramas y que de solo mirarlas se me llenaba de agua la boca. Yo era tan pequeño como ella pero tenía gran agilidad como para trepar y asi alcanzar aquellos tesoros. Además la necesidad te hace
intrèpido, te da alas...

   -¿Qué quiere?
   -50 centavos cabello de àngel...
   -mm...
   Después de varios minutos terminaba de pesar. Yo seguía mirando la fruta acaricada por el sol. Sentía su aroma y era un suplicio.
   -Se ven lindas las ciruelas, ¿ah?
   -No respondía. Se quedaba mirando la cubierta rayada y sucia del mesón. Esperando palabras que me iluminaran, yo insistía:
   -Me dan muchas ganas de comer una de esas ciruelitas...
   Silencio.
   La señora permanecía inmóvil, petrificada.Nunca pude comprender por qué no me respondía, si yo
solo era un niño hambriento y muy frágil.Imperturbable, ni triste ni alegre.Talvez pensaba en su ya muerta juventud, algún amor a hurtadillas, algún hijo perdido...
   Cada vez me alejaba entristecido. A lo mejor mañana me dirá:"Yo soy vieja ya y no puedo bajar la fruta.
Sácala tú y yo te daré una bolsa llena..." Sí, a lo mejor mañana, y me veía bajando ciruelas, durazos .uvas.
   Ese día no llegó.
   El otoño y el invierno encima. Y la fruta, tan codiciada, pendiendo de las ramas desnudas. incomibles ya.
La impotencia me hacía sentirme más pequeño aún. Qué mala suerte la mía... -me quejaba muy suave...
   Un día la asaltaron. Y allí quedó inmovilizada. La asesinaron en medio de su azúcar, sus fideos y dinero. Me dio mucha pena y lloré al pensar en lo mucho que pudo sufrir al ser golpeada. ¿Era tan chiquita! Y me repetía: estaba sola la pobrecita... Me pareció que los árboles estaban tristes, llorosos. No podía comprender tanta maldad.
   -El cielo y yo nos pusimos a llorar...
                                                   - o -




VI

   Don Ramón era de baja estatura, de aspecto màs bien ordinario, tosco, desaliñado, gordo casi, bigotes de brocha.
Se le veía siempre solitario, sin amigos, callado y muy tranquilo. Era trabajador nunca supe de qué. Hay
personas que jamás dicen nada de si misma, ni para bien ni para mal. Era común verlo sentado en una piedra
alargada y de una suavidad inc reíble.Mañana o tarde, él estaba allí, cerca de la casa de Ester, una señora muy joven y hermosa, cuyas uñas cuidaba màs que a un hijo, cabello siempre brillante, sedoso y perfumado,
Vestía con elegancia, abrigo de piel, vestidos siempre nuevos de colores llamativos, pendientes, brazaletes,
anillos relucientes. Cuando salía a comprar, los hobres podían apreciar la cadencia de sus caderas y el torneado increíble de sus piernas. Dejaba una rica fragancia al pasar. Todos la mirábamos, grandes y chicos, menos deo Ramón. Sacaba un cigarrillo y mientras lo encendía, clavaba sus grandes ojos en los míos.
   -¿Te gusta?
   -¿Quén?
   -No te hagas el leso, sabes que me refiero a la señora Ester.
   -Ah... no, no me gusta.
   -Estás mintiendo, cabro, siempre te pillo mirándola...
   -La miro porque es una señora muy bonita...
   -¿Viste que te gusta? Ja.Ja.
   -Ella es muy grande y yo soy chico... Y me gustaría que ella fuera mi mamá...
   -Pero la encuentras bonita y a lo mejor te enamoraste de ella...
    -Usted está loco, don Ramón...! Yo soy un niñó...
   -¿Para qué te pones colorado? Pero cálmate, si es una broma... Porque a mí tampoco me gusta... La en cuentro creída y pesada... Por eso, ni la miro siquiera...

   Don Ramón a veces me contaba historias de su vida. Su madre se ha muerto cuando apenas caminaba y el padre trajo una nueva señora o nueva mamà, y él no la quería porque su madre había fallecido un mes atrás.
La nueva duaña de casa le dijo que ella era su mama ahora y como él dijo que no, tomo una escola y lo agarró a palos...
   -Dime quièn soy yo, hijo del demonio! 
   -La esposa del diablo -le contestó,. Entonces la furia fre más grande y le pegó tanto que luego no se podía sentar. Al atardecer llega el padre y ella le cuienta llorando lo inslente que es el Ramón, y esta vez el padre se enardeciò y, sacándose el cinturón, le dijo: ahora veras quien manda aquí. Finalmente, quedó acurrucado en un rincón de la casa, todo doloriso y lloroso. Y solo pensaba en su mamita querida... Y la llamaba despacito. mamita, ven, defiéndeme... Una semana después se fue de la casa y nunca más se supo de èl
ni nadie lo busacó tampoco...
   -Qué triste su vida, don Ramón...
   -Pero eso pasó hace muchos años... ya no me me afecta... Solo recuerdo a mi madre...
   -Yo también sufro mucho, pero no quiero hablar de eso...
   Erq yo un niño pero para él era su única compañía en sus largos ratos de ocio. Yolo miaraba con cariño  por tratarse de una persona tan sola... siempre en silencio, mirandose las manos regordetas y duras como caucho...
   -A veces tengo ganas de irme lejos .casi murmuró- conocer otros lugares, caminar todo un un día a través de un bosque, o también, estar tendido sobre la arena mirando el mar...
   -Y como es el mar?
   -Caramba, una cosa tan grande que a uno se le pierde la vista, el agua es azul y verde y las gaviotas chillan
como condenadas mientras se tiran en picada hasta la superficie del agua para atrapar los peces...
   -Usté sabe muchas cosas... parece como un libro...
   -Y qué sabes tú de libros?
   -Nada pero solo he visto algunos libros cuando los estudiantes pasan cerca...
   .Ay, Cabrito... ¡Tanta pellejería! Me gustaría hacer dinero, comprarme un auto y recorrer Chile de punta a punta...
   -¡Y no le daría miedo por esos lugares tan lejanos?
   -¡Dije yo que andaría solo? No, cabro, Andaría bien acompañado por una hermosa mujer...
   -¡Como la señora Ester?
   -Bah, te dije que no me gusta...
   Esta afirmación me pareció tan absurda que comencè s conciderarlo como caído del catre. Cuando ella pasaba los hombres la miraban de arrina a bajo como relamiéndose. En sus miradas advertía rabia, impotencia.
   -Si yo pudiera, la tomaría así o asá...
   -Y yo la tendería debajo de la higuera, pero es ta redificil como pellizcar un vidrio...
   -Nada es imposible, amigo todo es cuestión de arrimarla por ahí...le saldría gritos de feliz... jajajajajaja
   -¿Y después?
   -Después, nada, igualito como ha oasado con otras...
   -Ah, sí, pero es casada... y ya sabes con quién...
   -Ahí sí que estamos pal gato... es como meter la cabeza en un tarro lleno de abejas...
   Don Ramón, lejos del bullicio, fumaba tranquilo sin inmutarse por nada. Era distinto. No hablaba nunca de mujeres y pronunciaba bien las palabras. Y si es solo -pensaba yo-será porque es un poquito feo, además
con esos bigotes tan refeos, quién lo ba a tomar en cuenta? Nadie, seguramente...

   Serían las diez de la mañana cuando mi madre me mandó a comprar. Mis ojos habituados a ver las mismas cosas, esta vez se abrieron al máximo: el tranquilo y callado don Ramón abandonaba
apresurado la casa de la
señora Ester  por la puerta trasera. Pantalón, camisa, zapatos, calcetines, apretaba contra el pecho, mientras se le veían las piernas regordetas y peludas accionando con rapidez hacia las zarzamoras del frente para refugarse.
   Me llamó con señas.
   -Escucha, pequeño amigo, si el marido de la señora Ester te pregunta por mí, dile que no me has visto, dile que hace más de una semana que no vengo por acá. Tú eres mi amigo, asi que ayúdame...
   -Si, don Ramón...
   Poco después el hombre uniformado me detuvo al llegar a la esquina.
   -Oye, cabro, has visto al tal Ramòn?
   -No, señor, hace como un mes que no lo veo por acá...
   -Estás seguro?
   -Sí, señor...
   Los ojos del hombre parecieron romper los míos.
   -Alguien me dijo que ayer estabas conversando con él cerquita de ,mi casa...
   -No, mentira, no lo he visto...
   -Ojalá estés diciendo la verdad porque si llego a saber que tú me has mentido, te llevaré preso a ti y a tus
hermanos chicos. ¿Oiste?
   -Sí, señor...
   Desde ese día don Ramón comenzó a sentarse al pie de la zarzamora, los ojos clavados en la casa de la señora Ester. Cuando el marido marchaba a sus obligaciones, después de recibir un cariñoso beso de su esposa, don Ramón quizá hastiado por la espera, lentamente iba hacia la puerta trasera, ya abierta un poco,
y desaparecía... Unas tres o cuatros horas ,salía de la casa luciendo un peinado impecable y perfumado, ya en la calle, parecía otro. Me gustaba verlo porque lo veía muy feliz. Me miraba y se reía suavecito, y se alejaba...
   Tiempo después, la señora Ester, sus dos hijos y su esposo, se mudaron del barrio.
   Y don Ramón, ya cansado de sentarse en piedras, también desapareció. (Ojalá haya tenido una vida agradable...
   Nunca más se le vio por esos lugares...

                                                 . o -



Vll
...Las palizas que las madres (también los padres) daban a sus hijos eran tan comunes como los días soñolientos.En la cabeza, en las nalgas, en el pecho, donde cayeran los golpes, daba lo mismo. Todo
sonaba a natural pues los hijos eran considerados propiedad absoluta que Dios les entregaba sin mayor miramiento. Por esta razón les castigaban por cualquier mínimo descalabro y los cinturones dejaban
su marca en el físico endeble de los hijos, marca de esclavo sería mejor decir.
   No comer, no llorar, no gritar o bien, beber un vaso de vino al seco para "hacerse hombre", pelear
con cualquiera, pegar primero "a la mala" pues daba mejores dividendos. Y el hijo acobardaba o no deseaba pelear, ahí resta su héroe" de barro para obligarlo, pues era el padre el que quedaría en vergüenza, de tal suerte que al pobre hijo no le queda otro camino que pelear...
   La señora Adelina, como muchas otras con sus hijos, tenía por costumbre golpear en la cabeza a su hijo de unos cuatro o cinco años, Era como golpear una calabaza. Y luego seguía con sus quehaceres,
inperturbable, como si hubiera regresado de la parropia después de confesarse y saberse limpia y ajena a toda maldad...
   El pobre chico estremecía la calle con sus alaridos. En tales momentos es seguro que odiaba a su madre profundamente. En un rincón, o sentado en la vereda, bajo la sombra de una acacia, se palpaba los chichones: uno, dos, tres, uno aquí, otro más allá, un muslo amoratado.
   Nadie se compadecía del pobre Lalo.¿Un niño maltratado? ¿Un niño lloroso, con carita de enfermo?
Tonterías! La madre o el padre estaban en su derecho y, si lo deseaban, llegado el caso, podrían hasta
matarlo. Era una de las "leyes" vigentes en el barrio...

   Era mediodía cuando reparé que la señora Adelina gritaba como siempre en forma desaforada. Caminé, alarmado, porque otra vez el pobre chico segura recibiría otra paliza. Asi era: el niño se había mojado en la cama por no poder avisar, mientras dormía. La mujer llena de cólera, roja, sangrinaria, se precipitó contra su presa. Esta vez el niño gritaba y lloraba a todo dar de sus pulmones. Los golpes caían sobre su pequeño cuerpo, unos tras otros, la mujer echaba fuego y toda clase de demonios.
  En eso se oyó una voz potente que detuvo en seco a la mujer.
   -Lo que usted hace es un delito, deténgase, hasta cuando le pega a ese niño, deje de hacerlo...!
   Era un hombre joven, treinta o treinta y cinco años, chaquetón y pantalón grises. Rostro pálido talvez por la escena vista recién.
   -Usted no tiene ningún de castigar así  .a este niño...Sepa usted esta acción está penada por la ley,,, ¿Acaso se imagina que le está pegando a su marido?
   Pasado el primer momento de asombro, la mujer replicó:
   -Sepa usté que me meo en la ley y me hago de lo otra también pa que sepa... Además le voy a decir que usted no tiene que meterse en lo que no le importa. Es mi hijo, y hago lo que se me ocurra con él...
   -Está muy equivocada-repuso el joven, sereno, fija la mirada en los ojos de ella-, si usted sigue castigando a su hijo puede ir a la cárcel. Y no piense que estoy inventando, nada de eso, uy yo mismo la puedo venir a buscar con carabineros...
   Ahora la mujer no pudo contestar, tampoco resistir la mirada dura y persistente del hombre. Agacho la cabeza, avergonzada. Al darse cuenta que la seguían observando, humillada, buscó refugio dentro de su casa. El niño ya no lloraba. Miraba al joven la boca  abierta incrédulo y asombrado.
   Las personas que se habían reunido no dejaban de mirar al joven como si éste fuese de otro mundo.Niños, mujeres y hombres le obsrvaban en  silencio
..
   -Pa mí que este hombrón es un marciano -dijo de improviso Masca la Chicha, ya repuesto del suicidio de
su amigo-. Y lo digo porque he visto discos voladores muchas veces...
   A todo esto, ya el hombre joven se alejaba y sin mirar hacia atrás desapareció a lo lejos.Yo estaba muy
confuso. ¿Que quiso decir Masca la Chicha con eso? Marciano, no sabía qué era eso y no me atrevía
a preguntar. Puede ser una enfermedad que tiene y de repente pasó por acá... Esa duda me quedó por mucho tiempo...
   El hombre joven no parecía enfermo, sí daba la impresión que no deseaba mirar a nadie, parece haber salido de alguna película, dicen que mucha gente sale de las películas y echan a rodar por el mundo. Qué misterio más grande.Algún día tendría que saber muchas cosas y entre ellas, la llegada de él...La gente se dispersó y otra vez la calle volvió a su rutina. El hecho pasó y nadie más habló de él y pronto fue olvidado.
Yo jamás lo olvidaría...


               

VIII

   Era como una masa de gelatina desplomada en la silla. Sus padres habían decidido ponerlo desde
temprano  en la vereda, cerca de la puerta, para que viera pasar a la gente como una forma de diversión.Cada día, la boca abierta destilando saliva, mirando con sus ojos opacos a quienes pasaban.
Saluda a todos, aun al más torvo:
   -Hola...
  Cuando alguien no le respondía, se quedaba mirándolo hasta que desaparecía tras una puerta o al doblar una esquina. A su tristeza habitual se agregaba una mueca indefinible.
   -Hola...
   -Hola, Peirito.
   Entonces reía, un sonido gutural, abismante.
   Así siempre.
   -Entre roncas risotadas, los hombres se agrupaban en el centro de la calle Teniente Ponce, Venían de Olivo, Aviador Acevedo, teniente Yávar, y de otros sitios, a compartir chismes, tragos
de vino o cerveza. También jugaban a los dados, a los naipes,y reían. El los miraba, y cuando dos hombres se tranzaban a golpes, reía, reía y la saliva aumentada caía sobre sus piernas. Para él, los
hombres jugaban...
   Séis o siete veces al día pasaba yo frente a su casa. Nunca me inspiró antipatía o repulsión su aspecto lastimoso. Algunos muchachos se burlaban de él. En cierto modo, creo que lo quería. ¡Se
veía tan solo! ¡Tan lejano y ausente de todo!
   -Hola, Peirito.
   -Hola,hola...
   Su única palabra, su arma única.
   Me alejaba pensativo. ¿Cuándo se irá a mejorar? Me gustaría que pudiera andar, le diría que fuésemos amigos, y lo llevaría a mirarlos yuyos florecidos donde aterrizaban chiriguas, gorriones, chincoles, tórtolas. Lo raro es que nunca lo llevan al hospital... ¿Cuando sanará?
   Semanas después vi que la puerta de su casa estaba cerrada. Me pareció todo muy claro: Peirito había
fallecido sin dejar huella. Recordé al caballero que vivió unas casas más arriba: también había desaparecido
sin que nadie dijera alguna palabra sobre su persona. ¿Algún día yo también me iré y nadie sabrá si estaré vivo o muerto? Era una mudanza que no podía entender. En mi cabeza giraban, locas, algunas ideas raras que no podía darles vestidura...


IX

   Jamás vi a alguien semejante, debía tener unos cuarenta años, llevaba siempre un delantal azul, descolorido
ya, cruzado de manchas, esas manchas imborrables como las huellas que va dejando la ausencia de alimentos en los rostros oscuros de mi pueblo...
  Trabajaba en la chacra El Olivo,  ordeñando las vacas, mientras el hambre se adueñaba de la gente con largas cesantías, propio de un pueblo abandonado no solo por los gobernantes sino también por quienes tenían de todo y no sentían compasión alguna. Esto me daba pena y no podía entender  unos disfrutaban
felices y otros, los trabajadores, cesantes o no, nunca disponían de algo seguro para alimentar a su hijos
pequeños sin culpa de haber nacido...
   Para cumplir su labor, ella debía dejar a sus hijos encargados a una vecina pagándole algunos pocos pesos de lo que ganaba en la chacra. Jamás de sus labios brotó un reproche, un lamento.Avanzaba por la vida ocultando todo lo concerniente a su estado, dando la impresión de un ser extraño a la soledad y a las lágrimas...
   Sufrida, abnegada, era un rostro de mujer de pueblo que no sabe de baños tibios, ni de perfumes importados, mujer luchadora de pezones caídos como masas, caídos de tanto alimentar a esos seres aun pequeños, hijos más bien de la miseria, del abandono, del hambre aterradora...
   Yo la conocí de cerca. Los escasos dientes que aún conservaba no impedían apreciar su belleza casi salvaje de su rostro moreno,  ya con surcos que hablan mejor que un político.
   Mientras ordeñaba, mientras extraía la leche -que en ningún caso sería para sus hijos-, ella contaba cuentos, cuentos largos, hermosos, en los que abundaban príncipes, princesas, castillos encantados, hadas
y brujas, gente buena, gente malvada, caballeros noches y hombres rudos y malvados...No podría decir cómo ni de donde sacaba tantos cuentos, hermosos y siempre con finales felices. Mujeres, niños, hombres
.fuera o dentro de establo- formaban un grupo compacto a su alrededor. Algunos entrecerraban los ojos,
imaginando los pasajes que ella iba narrando en un lenguaje distinto al cotidiano. Tenía una voz preciosa,
profunda, melancólica...
   No faltaba quien -una vez terminado el relato- indagara:
   -¿Y qué pasó con el joven de la capa roja?
   Ella miraba el suelo, rascándose las sienes,como sacando de allí el destino del personaje olvidado; respondía esbozando una sonrisa:
   -Ah, sí--- Bueno, se casó con una bella pastora y también fueron muy felices...
   -El grupo se dispersaba con lentitud, pensando quizá en el destino de la joven cautiva que tuvo la suerte de ser rescatada por un apuesto príncipe... O en los maleficios de algún mago famoso...
   Ella era así, humilde, tranquila. Nunca supe su nombre. Talvez sí, pero lo he olvidado. Ojalá hubiera podido conocerla mejor. Su imagen se me escapa, se me rompe en miles de fragmentos, no puedo asirla, solo recuerdo que contaba cuentos y que en sus ojos había una tristeza indefinible...
- o -


X


   Todas las mañanas vería desde el fondo de calle Vivaceta arreando las vacas hasta el potrero, A veces miraba los pájaros como trinaban y se reía, diciendo uno de esos soy yo...Lo ,su pasión era cantar, una voz muy similar de  Gardel, aunque un poco más baja. A todos les gustaba su canto.
   Le decían "El Negrito", por su tez tostada y sus cabellos retintos. Se pasaba muchas horas recostado
sobre el pasto, mirando las vacas o el agua
   Como yo vivía en el potrero lo veía todos los días. Siempre le pedía que me cantara. Sonreía,
   -Ya po, Negrito, canta...
   Me miraba entre ceñudo y alegre.
   -Pa qué me pedís una canción? Querís reirte?
   -No, Negrito, es que me gusta oírte cantar... Ya po, no seai malo...
   -Bueno, cauro, ¿qué canción querís?
   -La muchacha del circo...
   Y tapujos comenzaba...
   -Yo soy la muchacha del circo,
por una moneda yo soy
un poco de humilde caricia
un poco de tibia emoción...
   Era la canción que me cautivaba.Era extraño como me parecía ver a una muchacha muy bonita en el trapecio, Bueno, una especie de amor sin raíces.
Ahí va la muchacha del circo
buscando consuelo y amor,
regala a nosotros la dicha
y sufre miseria y dolor...

Colgada del frágil trapecio,
su cuerpo elegante
parece parece al saltar
una paloma blanca
que al cielo quisiera llegar.
Mientras la gente emocionada
comtempla inquieta
su salto mortal,
bajo la lona del viejo circo
un frío de muerte
se siente cruzar...
   Uno de los momentos más dramáticos de la canción  me causaba emoción y pena.
Por fin una noche la mano
cansada del trapecio aflojó
y pobre muchacha del circo
buscando un aplauso
la muerte encontró...

   -Ya te pusiste triste y siempre me pides la misma, te has enamorado de alguna...?
   -No y no conozco a nadie que sea como ella...
   -Y como es ella?
   -No sé pero me la imagino con la cara blanca y ojos verdes...
   -Esto es de no creerlo... te enamoraste de alguien que no existe...
   -Y te molesta si fuera cierto?
  -No, cómo se te ocurre... eres un niño romántico...
  -Ya pero no le digai a nadie...
  -Tranquilo, Elías, yo no soy chismoso...

   Cuando el Negrito hablaba, las vacas paraban las orejas como si entendieran....Otra se le acercaba hasta
tocarlo. Le conocían demasiado.
   -¡Lucero!  ¡Estrella! -les gritaba cuando se acercaban más de la cuenta, -Váyanse a jugar a otra parte...!
   Para él, jugaban. Y todas tenían un nombre. Las vacas obedecían y lo miraban desde lejos con esos ojos llenos de pasto y agua.

   -¡Por qué no te vai a una radio?
   ¡Pa qué?
   -Por ahí dicen que ganaríais mucha plata.
   -No me interesa.

   Cuando la pajilla que siempre llevaba entre sus dientes dejaba de bailotear, el Negrito dormía a pata
 suelta. El olor a pasto, a humedad, a estiércol, le eran familiares, queridos.
   Era parte del potrero.
   En las tardes, cuando por Vivaceta se alejaba con "sus" vacas al establo, la tierra parecìa estremecerse. Los yuyos, las pencas, los hinojos, los pájaros y el cielo, quedaban entristecidos.El joven vaquero era como un río internándose entre hierbas y zarzamoras, con sus catos, con sus risas...
   A veces le invitaban a alguna fiesta. Se resistía, era enemigo de bullicios, no le agradaba ser el centro de todos. Apreciaba su soledad...
   -Te invito a mi casamiento, negrito.
   -No me gustan las fiestas.
   -No seai vaca... Vamos, pa que cantís...
   Y cedía.
   Lo hacían subir a un cajón para que todos lo vieran y desde allì, mirando hacia todos lados, nervioso, casi asustado, comenzaba a cantar. Luego de varias canciones, lluvia de aplausos. Le daban la mano, le ofrecían vino.
   -No, gracias... No tomo...
   -Una agüita entonces...
   -Ya...
   Miraba siempre hacia el suelo: la tierra, la humedad y las piedras, parecían comunicarle algo...
   Se llamaba Luis Córdoba. El vaquero tenía la suavidad de su propio canto...
   Millones de hjas han caído desde entonces. En mi memoria lo sigo viendo junto a las vacas amigas, cantando los tangos de Gardel..   Era incapáz de aplastar un yuyo...



XI

   José tendría unos dieciseis o dieciocho años, fornido, no muy alto, casi rubio, ojos pequeños, oblicuos, de mirar duro. Era el más diestro de todos, se le respetaba como a un jefe poderoso.
   En incontables ocasiones lo vi, en la calle o en el solar, demoler a sus casuales adversarios, los que, o suplicaban que no le castigara más, o emprendían veloz carrera.
   Era el preferido por los mayores por su bravura. Lo querían, lo admiraban, le temían. Y día a día, los hombres se afanaban en buscarle adversarios. José, golpe a golpe, iba construyendo su reinado.
   Y no solo en  la calleTeniente Ponce le conocía. El se daba mala para procurarse un nutrido cartel de campeón, Vivaceta, Independencia, Teniente Bello, Aviador Zañartu.Teniente Mery ,Negrete o Teniente Yavar.En todas pa rtes dejó estampada su firma de guapo, de macho.

   Y como todo guapo nque se respete, José visitaba los clandestinos a los que se llegaba a través de laberintos húmedos, miserables, formados por paredes de adobe y tablas carcomidas.
   -¿Un trago,José?
   -Al tirante..
   Y vaciaba los vasos.
   Y después, tanteando paredes, tropezando y cayendo, echando el alma -según él- por la boca, no era más que una sombra de la arrogante figura del guapo,
   Yo lo miraba con terror, con admiración. Muchas veces lo imaginé como un ser de otro mundo capaz de derribar una muralla de un solo golpe...
   Tenía un genio muy especial porque, según se decía, un guapo no debe andar sonriendo a todo el mundo,
Debe demostrar hasta en un gesto quièn es quién. Cuando alguien, por desventura, lo miraba con ciertodetenimiento, él se le acercaba a trancos lentos, teatrales, manos caídas y abiertas a lo largo del cuerpo.
   Y vos, patipelao, por qué me miráis?
    Si no he pensado mirarle -se disculpaba la víctima.
   -Así que no?
   Y solìa propinar violento castigo, con el beneplácito de los concurrentes, en su mayoría hombres y niños. Acto seguido, miraba hacia todos lados,
suficiente, y lanzaba su frase preferida:
   -¿Quièn me convida un trago?
   Era más bien una fórmula, una manera de ordenas
   El trago pedido se convertía en diez o más.

   José y su grupo de amigos conversaban esa tarde en la esquina de Teniente Ponce con Vivaceta. Sus risas parecían remecer al barrio. En eso estaba rienmdo a más no poder cuando, otro muchacho, de rez morona, no muy fornido, un poco más alto que el cambién, se detuvo frente al grupo y, desde allí, arrogó mirada sobre Pedro. Era una clara invitasión , una mirada de tal tal naturaleza tenía el finto claro  del que quieres ser golpeado..
    Avanzó el campeón se acercó, amenazante. Sus amigos se prepararon para otra fiesta. Eso era evidente.
   -Y vos no tenís otra calle donde ir a pararte...?
   -Me paro donde yo quiere -respondío (supe su nombre: se llamaba Javier):.Su ojos estaban clavador en el campeón.
   -Asi que te creís gallito, ah?
   -Soy lo que soy nomas... ¡Y qué! ¿Acaso eres dueño de la calle, pedazo de mugre?
   -Te corriendode aquí amenazó José -apretando los dientes-. No vengai a tirar los piojos de tu calle o te reviento a puñetazos...
   Javietr vivía en la calle Teniente Yávar. Era màs bien tranqulo. Solía verlo en las tardes de regreso de la construcción.
   Tenía una rabia escondida contra el campeón: pues había demolido a sus amigos mas jòvenes, menor de
 edad y muy frágiles aún.Eres un abusador los que no pueden defenderse. !Maricón!
   -O te sacai de aquí o te muelo a puñetazos...
   -Sácame, cabrón -replicó el obrero. A mi no me da órdenes un vago como tu...   José no podía  aceptar tal insolencia. Estemecido y furioso, lanzó de inmediato su golpe, el que siempre le daba excelente dividendo: el puñete a la mala. Para suorpresa, dio en el vacío, recibiendo un puñetazo en pleno rostro. Quiso rehacerse, dar lo suyo, demoler al osado, No lo consiguó.. El muchacho moreno obrero tenía cuatro, ocho, manos que iban y venían en un ritmo tremendo. Entre el fragor de la pelea, José pretendió de ver el rostro de su enemigo, solo vio un trozo de cielo, un poste que bailaba, desplomàndose...
   El hèroe, el guapo, emprendió la carrera, llorando y gimiento como un perro apaleado. Cogió una gran piedra y con ella quise liquidar a su adversario de la construcción, cuyas manos restaban conderadas de llagas y y callosidades, esa diestro y supo esquivar la deslealdar con un rápido movimiento.
   Sereno, sin denorar orgullo ni alegría, el muchacho abandonó la esquina paso lento, sin volver la mirada.
   Los hombres, borrachos en su mayoría, estaban de muerte. No podían creer lo que habían visto. El gaupo,
el invencible, había llorado y ahora tenía los ojos y la cara amoratada.Andando el tiempo, nadie ya creería a José capaz de botar una muralla de un golpe.
   Las sufridas manos de un obrero habían deshecho el encanto.


XII -

   Tiene que aprender a vivir, Manolo, no puede seguir asi, los celos una gran porquería. Tiene una mujer hermosa que cualquiera quisiera tener a su lado y usted dele con pelear. Yo conozco a Cristina y no creo que anda en tonterías...
   _Pero, don Masca... usted tampoco me comprende...
   -No puedo  comprender que no se porte bien, siempre sospechando  no es bueno, olvídese de esas tonterías y échele pa delante...
   -Voy a tratar de hacer lo que me dice...
   -No trate, iñor, hágalo de una vez...

Manolo se fue a la pieza, se sentó al borde de la cama, se estaba haciendo tarde.
   Masca la Chica es solo y por eso me habla así porque no sabe lo que uno se mortifica. Desde que yo era chico que lo conozco y no lo recuerdo con una mujer... No sé con qué autoridad me habla...
   En eso llegó Cristina.
  -Hola, mi amor, como estás?
  -Aquí me tienen pensando tantas cosas... Tú sabes que te he querido siempre..y tú
   -No empieces...Siempre con lo mismo...
   Cristina, delgada,  guapa y de voz grata, caminó hasta el de borde la cama y se quedó de pie.
   -¡No tengo razón acaso? tu me engañas...
   -Mira, si no estás conforme, dímelo y me voy...
   Manolo encendió un cigarrillo. La breve llama dejó al descubierto una cara huesuda, tal: la del hombre.
   -Perdona. ¿Quieres fumar?
   -Bueno.
   Otra vez la llama en medio del cuarto. Antes de extinguirse, Manolo miró de lado a lado los rincones, como escrutando a alguien invisible...
   -¿Qué te pasa ahora?
   -Nada. De repente he tenido la sensación de que alguien más estaba aquí...
   Ella se largó a reir.
   -Andas viendo fantasmas...
   -No te rías por favor... Sabes que tengo miedo...
   -Entonces dame una casa mejor y no una pieza tan estrecha como esta, que hasta el techo tiene agujeros.   Eso debería precuparte en lugar de celarme como un idiota. Es inhumano vivir así.
    -Ya lo sé, Cristina, tesoro mío, en mi trabaja, en la construcción, no me aumentan el sueldo...
   -Decídete, pide aumento y nos cambiamos de esta pocilga...
   -Alberto, mi amigo, pidió aumento de sueldo y lo despidieron...
   -Entonces no hay esperanza de abandnar esta porquería.
   Hubo un corto silencio.
   -Me siento tan solo. susurró el joven.,,
   -Claro, y yo qué soy? O ya dejaste de  quererme...?
   -No es eso, Cristina... Si tengo la certeza que me engañas, no me es posible sentirte apegada a mi en esta lucha por la vida...Un solo ser deberíamos ser pero tus engaños...
    ¡Otra vez! ¿Hasta cuando jodes con eso?
   -Pruébame que no es así... ¡Demuéstralo!
   -La joven guardó silencio, limitándose a dar largas chupadas al cigarrillo..
.  -Dime por qué llegasta a esta hora? ¿Dónde estuviste?
   -Ya te he dicho.
   -¿Dónde, dónde...? -era una voz desfigurada por el dolor y la incertidumbre- ¡Dilo de una vez!
   -Te dije que estuve en casa de Elena, una antigua compañera de escuela.
   -¡Mientes! ¡eres una puta! ¡Yo sé que me engañas!
   -Estas equivocado, pero si insiste en eso..., o me voy de una vez por todas...
   -¡Eres una perra! Y así Masca la Chicha me decía que tú eras una mujer buena y que no creía capaz de engañarme...jaja... qué sabe ese viejo borracho...!
   -Se nota que es un hombre sabio...
   -¡Andate a la mugre, si quieres. No te necesito para nada...
   Cristina echó en una bolsa su ropa y unos zapatos, se dirigió a la puerta.
   -Adiós.
   El no contestó. En sus oídos,  el ladrido de los perros, un fiero viento chocando con latas, cartones...
    -Adiós -volvió a decir la mujer.
    -¿Te... te vas de verdad? -tartamudeó- ¿te vas en serio?
   -Si.
   -No, no puedes hacerlo... .ahora miró los rincones de la pieza con desesperación y, quebrada la voz, agregó-: Yo me mato si te vas" Mira, tengo miedo. Masca la Chicha tenía razón... Tú eres una linda mujer.
   Y rompió a llorar.
   Cristina cerró la puerta. El hombre sintió sus caricias, sus besos. La oscuridad era ahora impenetrable.
   -Quería darte una sorpresa pero no me dejaste.Mi amiga Elena me consiguió  empleo donde ella trabaja
y con lo que gane y lo tuyo podremós irnos de este apestoso lugar.
   -Lo eres todo para mí. Perdóname...
   -Manolo sintió sus caricias, sus besos.Entre dudas, sobresaltos y miedos. Allí, la tibieza de dos cuerpos estrechados, mojados en sudor y lágrimas, desprendían una brizna de felicidad.
   Al menos por una noche.



XIII

   Era un grotesco conjunto de hilachas, siempre sucias, malolientes.De pie juntto a la entrada de la
cantina, con una tristeza indefinible, no tenía empacho en pedir a quienes entraban a "matar la sed"...
   -Eh, cumpita, toi que me corto...
   -Y a mí què, po...
   -Convídese un tragullo...
   Y a veces su petición era bien acogida.
   -Ya, entre conmigo...
   -Puta que es, don Masca...que el tata de arriba lo bendiga...
   A allí, acodado en el mesón, aspiraba profundo, como queriendo retener por mucho tiempoese olor a humedad y a vino que se desprendía de las tablas oscuras del piso.
   -De puro tonto nomas, usté se muere de sé, po, iñor...
   -No la embarre, como voy a querer morirme de sé por las puras...
   -Es que no le trabaja un día a naiden, po.
   -No hay pega en ninguna parte...
   -Esas son puras chivas, lo que pasa es que le gusta tirarse los cocos nomas...
   -¡Puta que se acaba luego el vinito...!
   -Tómese la otra, iñor, saboree hasta la última gota  que yo me voy...
   -Es una lástima que se vaya, don Masca... qué dese otro poquito...
   -No, no, ya no es como antes, tomo muy poco ahora porque tengo una buena mújer que me espera al almuerzo y nunca la voy a dejar esperando por los tragos... Eso se acabó...
   -Déjete otro tragullo, don Masca...
   -Ya, tome las monedas... Adiós...
   -Qué güena gente el hombrón este... Si todos jueran como él sería re lindo el mundo...

El cantinero era siempre un hombre de poderes ilimitados para Cañitas. Talvez un superhombre, una especie de pequeño dios rodeado de tantas y tantas botellas y chuicos llenitos de vino. Si Cañitas fuera él, no habría nadie en el mundo más feliz. Yo tomaría vino hasta echado de guata, según pensaba, mientras iba sorbiendo con pena infinita las últimas gotas. Al dejar el brazo ya vacío sobre el mesón, se quedaba mirando al dueño con unsa especia de adoración, de miedo, de impotencia, toodo ello mezclado en un asombro permanente.
   El hombre retiraba el vaso y, pasando un trapo humedeciso por la madera, le gritaba casi:   -Ya, po, córrete... ¿Qué así  aquí si no tenís plata ni pa una caluda...
   -Fíeme una cañita...
   -Vos cerís que yo vengo de las chacras por lo visto. ¿Te vai o te saco yo?
   Cañitas, gacha la cabeza, se alejaba apretando los dientes.
                              *     *     *

   Aquel día se allegó al mesón con su tristeza habitual. El cantinero, que ya lo conocía, sonrio para sus adentros: "alguna chiva me trae este"...
   -Deme una caña.
   -Muestra la plata primero.
   Cañitas extrajo de su bolsitos algunas monedas.
   -¿En dònde te encontraste esas chauchas, Cañitas?
   -Pa qué le voy a decir...
   -Dime nomas, vos sabís que yo soy como una tumba...
   -Se las gané a unos cauros chicos al crapito...
   -¿Y no te da vergüenza gabnarle la plata a los cauros, güeón?
   -Usté sabe, la necesidad...
   El vaso de vino pasó de inmediato a humedecer la garganta insaciable.
 A poco, Cañitas estaba ota vez seco.
   -Fíeme un traguito, don Nico...
   -Oye, me han dicho que vos soy medio poeta... ¿Es verdad eso?
   -No, don Nico. Es que le pego un poco a la recitá y me sé algunos versos.
   -Lárgate entonces a recitar y yo tengo el trago. Quiero oírte, ¿sabís?
   -Como usté mande...
                                              Me da miedo quererte.Es mi amor tan violento
                                              que yo mismo de asusto de mi modo de amar.
                                              de tal forma me espanta mi propio pensamiento
                                              que no quiero por no soñar::

                                              no sé lo que me para pero hay noches que siento
                                             :unos irresistibles deseos de matar:
                                             respiro olor de sangre y luego me arrepiento
                                             y me entran unas ganas muy grandes de llorar.

                                             ¡Oh, si en esos momentos pudiera contemplarte
                                             dormida entre mis brazos!... pudiera besarte.
                                             como nunca hombre alguno a una mujer besó...


                                             después rodear tu cuello con un cordón de seda
                                             y apretar bien el nudo, ¡para que nadie pueda
                                             poner los los labios donde feliz los puse yo!

 Poco o nada le interesaba la poesía a don Nico, pero cuando Cañitas empezó a recitar unos poemas extraños, que sonaban como venidos de una voz muy distinta a la habitual de Cañitas, se acomodó en el mesón y fue todo oídos para escucharlo.
   -El poema que acabo de leer es Pedro Mata de un poeta español, pero es lo más malp que he leído Sabe por qué?
---No, po... dime tú...
   -Porque se trata de un hombre celoso y expresa su maldad a través de esos versos. Segururo que un día puede matar a su mujer...
   -Estás delirando, Cañitas...
  - y el anteior de Federico García Lorca, un poeta español , ese es bueno porque llora su pena y su dolor por la  muerte de un amigo, ese sí que era grande como poeta y como persona..
   -¡Acaso conocís que tanto te gusta?
    -Tambien era español y lo mataron en la guerra civil española...
   Ahora don Nico pareció intrigado que nunca. "Este jardín de tiras sabe mucho parece, porque hasta habla como gente decente..."
   Y así, durante largo tiempo , desfilaron ante los ojos asombrados del cantinero, paisajes, amores, luchas, anhelos, sueños. Qué distinto era Cañitas en este momento al hombre que andaba siempre como perro
rastrero tras un vaso de vino. Hasta la voz adquiría una profundidad desconocida, agradable de oír.
   Después de echarse varios vasos al cuerpo, Cañitas continúa silencioso, perdida la mirada en un rincón, ausente, quizá muy lejano.
   El cantinero carraspeó para atraer su atenbción,, aun desconcertado, exclamó:
   -¡No pensé re nunca que le pegábais tanto a la recitá. Ni que estuviera escuchando la radio... Lo hacís rebien, oh...
   El hombre se encogió de hombros,dando quizá a entender que no le importaba mayormente lo que dijera el cantinero. Luego se mordió el labio inferior, meditativo.
   -Vos tenías que tener un secreto -dijo de pronto el cantinero- porque parece que tenís pura cultura nomas... ¿Y dónde vivías antes, Cañitas?
   -No me acuerdo...
   -Ya, po, desembucha -insistió el cantinero, aguijoneado por la curiosidad...
   -No me gusta hablar de esas cosas...
   -Te pongo otro trago si me decís...
   -No vale la pena la vida de un hombre, don Nico, no se preocupe...
   -Puta que eres rogado, Cañitas! toma, igual te doy la caña, sirvete, te la ganaste...

 Y le alargó un vaso de vivo.
   Cañitas  la bebió lentamente. Sus ojos estaban enrojecidos, quizá próximos a estallar en un llanto histérico...
                                            ************


XIV

   Se acomodaba cada mañana sobre la enorme piedra que servía de asiento a los transeúntes justo al llegar a Vivaceta. Le decían Angelito. Y a pesar de que a todo el mundo le sonreía, yo nunca pensé que fuera "tonto" como solían decir...
   -Hola, Angelito...
   -Hola, qué tal, niño, qué haces por aquí...
   -Quise verlo y hablar con usted...
    -Y que quieres hablar conmigo...
   -Cualquier cosa, no me importa lo que sea...
   Sonrio, esa sonrisa de siempre.
   -Angelito,  por qué tiene esas cosas en las piernas?   Usted se va a morir...?
    Volvió a sonreír. Sin duda era un hombre dulce, tranqulio. A nadie molestaba, inofensivo como las sombras.
   -Eso no lo sé, y cuando llegue -se encogió de hombros- no me importa...
   -Y se quedó mirando esas horribles costras rojizas  rodeadas de pus...
   -Y por qué no va al hospital para que lo sanen...
   -Qué ingenuidad -otra vez la sonrisa  en su rostro triste- Los indigentes somos maltratados y no nos toman en cuenta porque la plata manda en todas partes...

   Cierto se le acercó un amigo. Era un quiltro, apocado y atorrante. Comenzó a lamer sus heridas. El le acarició y le vi ls ojos vidriosos, pero era su sonrisa como un resplandor en la oscuridad mental del barrio.
Días después, otro quiltro, apenas piel y huesos, se sumó a la tarea de lamer. Era un cuadro impresionante, deprimente para la mayoría. Desde la punta de los pies hasta las rodillas todo plagado de costras. Algunas sangraban.
   Escuché decir mil veces que Angelito moriría en cualquier momento. Dabe recelo verlo. Y también pena.
   -Y pa qué deja que los perros le pasen la lengua?
   Sus ojos y su sonrisa me enfocaron.
   -Yo no le hago daño a nadie. Estos amigos llegaron solos. No los llamé. Simplemente llegaron. Ellos, como yo- no tienen a nadie en el mundo. Son pateados los escupen, y si yo muero, a nadie le va a importar. Qué se le va a hacer. Somos re poca cosa...
   Sus labios dibujaban la sonrisa de siempre, pero esta vez sus ojos estaban llorando.
   -No llore, Angelito, por favor.. Cuando yo sea grande le prometo que le voy a comprar hartos remedios
y también una silla de esas con ruedas pa que no ande con muletas...
   Esta vez me sentí culpable. Ahora mas que nunca Angelito lloraba, gemía, miraba al cielo, se tapaba los ojos con una una mano y temblaba entero.
   Me asusté al verlo tam empequecido, gimiendo y muerta su sonrisa...
   -Por favor. Angelito no llore, que me da mucha pena...
   -No te preocupes, estoy bien. Gracias a ti estoy bien.
   No le entendí lo último que dijo. Me alejé apesadumbrado. Ya en el suelo, tapado con trozos de ropas
usadas algunas vez por personas ya muertas,
traté de dormir. No pude. Comencé a pensar que me encontraba un cofre repleto de monedas de oro. Con ese tesoro, Angelito sanaría. A lo lejos ladridos, cantos de los gallos, una y otra vez...

  Cuando uno es niño no se da cuenta de muchas cosas, A veces hay cambio notables que para uno pasan desapercibidos. Muere alguien que todos conocen, en otra ocasión Raúl es apuñalado y se le fue la vida..., y uno puede estar en ese momento mirando el vuelode los gorriones o perdida la mirada en la tierra, como buscando alguna razón para caminar un poco alegre, otro tanto triste.
   En eso pensaba cuando me acordé de Angelito y eché a caminar para verlo junto a sus perros. No estaba. Desapareció. Nunca supe porqué. Y finalmente,
lo dieron por muerto...
   Me dio mucha tristeza haberme olvidado de él, y me puse a llorar. A pesar de sus horrendas llagas, yo lo quería, Hasta podía haber sido mi padre...

   Diez años después, ya lejos de mi primer barrio, me encontraba caminando por Estrella Polar casi al llegar a Santa Rosa. Allí había mucha gente vendiendo frutas, zapatos, calcetines, peinetas; también verduras, escobas, pelotas de aserrín, globos de azúcar...
   Me acerqué hasta encontrarme cara a cara con el vendedor de escobas. El hombre tenía nieve en su pelo y en su barba. Me miró y sonrio´. Entonces sentí que de mis ojos se deslizaban algunas lágrimas...
   -Angelito..., ¿es usted?
   -Sí, soy yo...
   Era el mismo de mi infancia: la sonrisa. Un perro a su lado. No podía creerlo. Estaba ahí maravillosamente vivo y dandome su sonrisa.
   Miré sus pies: no había huella alguna de sus llamas. Quise preguntar. Pero el tiempo era otro. Acudió en mi auxilio:
   -Estoy sano, ¿lo vez?
   -Y cómo pudo usted sanar, Angelito?
   -La siempre recordada sonrisa estaba en sus labios.
   - Los perritos me sanaron, los dos, el Copito y el Conde se portaron como humanos, me cayeron del cielo para darme felicidad.
   Olvidando las mudanzas del tiempo, le dije:
   -¿Y dónde están?
   _No viven mucho los perros, Elías; unos doce o quince años. Primero paró las patitas el Conde, estaba mal el pobrecito, muy flaco.
   -Y el otro, el que se llamaba...?
   -Copito, sí, el Copito... Un mal nacido de una patada lo tiro a la calle y mi pobrecito murió atropellado...
   -Qué pena más grande...
   -Sí, los lloré mucho, eran lo únicoque yo tenía de compañía. En fin, ya lloré mucho. Este se llama Valiente, me lo regalarn hace poco..
   -Me da mucha alegría saber que usted está bien, Angelito, siempre me he acordado de usted...
   -No te me pongas sentimental, Elías, que yo soy blandito pa echar a llorar...
   -Esta bien.... Y dónde vive ahora?
   -Preguntón como siempre, desde chiquito...
   -Perdón, si no me quiere decir, no importa.
   -Mira trabajo vendiendo escobas, ya no necesito limosnas de nadie... Arriendo una piecesita en la calle Leal, en la Legua, donde hay gente muy buena y unos pocos no tantos... Estoy bien.

   Estaba feliz de verlo. ¡Era tan increible tenerlo cerca igual que antes! Y su sonrisa, aunque con dientes menos, era la de mi niñez, la que de alguna manera me enseño muchos caminos. Le dije que volvería. La dije que cada que pudiera vendría a conversar con él.Eso le dije...El me miró con tristeza, sin dejar de sonreír.
   -Elías, esta es nuestra última vez. Usted no volverá. Pero nunca se preocupe, estoy feliz de verlo. Y el recuerdo será en mí precioso. Váyase tranquilo. Porque usted jamás volverá. Es la vida.












  • Carlos Ordenes Pincheira Miguel Galano Paredes11 de noviembre de 2013 · Editado · 
    La mentira siempre será un escollo en la vida de todos. No hay nada más 
    bello que la sinceridad, pero como la mentira es fea, pestilente y mala,

    el ser humano en general como que es atraído por ella y miente una y 
    mil veces y pareciera que eso le es grato hacer. Me amas, si te amo, y 
    ambos tienen una parcela individual donde pastan las orugas de sus 
    maldades...
    Yo no quiero que me mientas -dice alguien con tristeza-. -No, yo jamás te mentiría... Pero la mentira tiene un poder
    bárbaro y se apodera grandes muchedumbres y los que nunca mentimos por 
    convicción propia desde niño, somos carne de fieras toda la vida... 
    Alguien se portó como ángel conmigo en mi casa, alguien que vino de otro
    país, y durante muchos días, 5 semanas, lo pasamos de una manera tan 
    estupenda que parecíamos estar en un paraíso. Ah felicidad de amar tan 
    libremente y tan seguro de
    cero mentira.... La noche de su partida 
    lloramos como niños y entre lágrimas disfrutamos de un sexo 
    inolvidable... Llegó a su país y desde allá nos intercamianos làgrimas y
    besos. Y fuimos felices porque no hubo mentiras.
  • Carlos Ordenes Pincheira












5 comentarios:

  1. Que buen relato. ESTAMPAS DE UN BARRIO PERDIDO. Que sorpresa verte un relato tan costumbrista, pero muy bueno, nos transporta a ese mundo que muchos ignoran. Gracias mi maestro. Esperamos mas.

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  2. Cuando alguien nos cuenta sus penas, no siempre las tomamos en serio... Estos amigos lo tomaron como broma. Escuché un dicho popular acerca de lo que nos cuesta empatizar con las personas: nadie sabe lo que hay en el fondo de la olla, solo el cucharón que la revuelve. Uno imagina ni la mitad de lo que otro está sufriendo. Claramente sabe esto el escritor: el amigo que más quería al suicida no puede entender su decisión, aunque el lo había dicho. Es un cuento que evidencia la idiosincracia del barrio en el lenguaje, los sobrenombres certeros, la forma de enfrentrar la vida de cada personaje y sus humanas reacciones. Muy bueno. Esta lectura atrapa.

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  3. Me encantaron estos relatos, me gusta su estilo, su sencillez y su realidad.
    Besos y toda mi admiración.

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